Leyendas de Tehuacán Don Lupito El Muerto

Leyendas de Tehuacán Don Lupito El Muerto

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Leyendas de Tehuacán Don Lupito El Muerto:

 

En el año de 1933, nuestra ciudad, como una gran parte del mundo sufrió una catastrófica, cíclica epidemia de Influenza, que aunque en su presentación más inofensiva es la sencilla gripa, cuando acarrea como en ese caso complicaciones por mezclarse con virus más destructivos, cegó la vida de millones de personas en los cinco continentes.

 

No hubo casa en aquella ocasión que se librara de la terrible enfermedad, toda la ciudad olía a muerte y carretas tiradas de flacos jamelgos cada mañana recorrían la ciudad de norte a sur, para recoger cadáveres y llevarlos a fosas comunes del panteón municipal.

 

Pocas personas sobrevivían al punto crítico, quien tenía esa suerte, sufría unas horas de profundo letargo y después se iba reponiendo paulatinamente, pero a veces ese tiempo en que el paciente tenía una respiración apenas perceptible, se confundía con la muerte.

 

Así ocurrió con Don Lupito, a quien su familia creyendo que había pasado a mejor vida, en cuanto escuchó al amanecer las ruedas de la tétrica carreta golpear acompasadamente sobre la empedrada calle, lo envolvieron en una sábana blanca y salieron a depositarlo con los que no habían sobrevivido la última noche.

 

Recibieron del cochero un bulto de cal, que por disposición del ayuntamiento debían de deshacer en agua y pintar con esta emulsión el cuarto entero donde hubiera estado el difunto, con el fin de darle una ligera desinfectada.

 

Don Lupito no se percató de su fúnebre travesía, al llegar al Panteón Municipal, los enterradores recibieron su fría carga y en carretillas de mano fueron llevando los cuerpos hasta la gran zanja que habían abierto al fondo del  cementerio para fosa común.

 

Por fortuna cuanto trasladaban a Don Lupito, la carretilla se atoró con una piedra y el obstáculo hizo que saliera su cuerpo despedido estrepitosamente. Con el fuerte golpe, aunque estaba envuelto en su sábana de sudario, Don Lupito comenzó a despabilarse y providencialmente cuando ya iban a cubrirlos con tierra, a los enterradores los llamaron a almorzar y se alejaron de ahí por un rato.

 

Don Lupito tomó conciencia de su realidad y sintiéndose mejor,  haciendo gala de gran lucidez mental, envolvió con su sábana a otro cuerpo vecino para que no notaran su ausencia, le quitó zapatos a otro difunto y saltando aunque con trabajos se alejó entre los sepulcros.

 

Caminó hacia el oriente y al llegar a lo que hoy es el Antiguo Camino de San Diego, se juntó con unos arrieros que iban a Ajalpan, compartieron con él, como lo hacen generalmente todos  los pobres del mundo, que son ricos de corazón el bastimento que llevaban sin preguntarle nada, suponiendo sin duda que había perdido a alguien de su familia, pero no imaginando ni por asomo su tétrica e increíble aventura.

 

Al día siguiente llegaron a su destino, y Don Lupito comenzó a hacer pequeños servicios entre los vecinos que le permitieron irla pasando algunos días.  Ya repuesto y más calmado, con sus amigos los arrieros mandó un mensaje a sus familiares contándoles detalladamente su odisea y anunciándoles que volvería en breve tiempo.

 

Su familia se llenó de alegría porque ya lo contaba entre los muertos y a los pocos días se celebró el feliz reencuentro al que se sumaron familiares y amigos, que a partir de ese momento comenzaron a decir a nuestro protagonista “Don Lupito el muerto”.

 

Leyendas de Tehuacán,

Extraído del Libro Leyendas, Tradiciones y Consejas Populares de Tehuacán de Guadalupe Martínez Galindo.

 

 

 

 

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